René Descartes, nacido el 31 de marzo de 1596 en La Haye en Touraine, Francia (actualmente Descartes, en su honor), fue una figura fundamental en el paso del pensamiento escolástico medieval al racionalismo moderno. Filósofo, matemático y científico, su obra influyó de forma decisiva en el desarrollo de la ciencia y la filosofía europeas.
Durante su juventud, estudió en el colegio jesuita de La Flèche, donde recibió una educación sólida basada en el modelo aristotélico, aunque desde temprano mostró inquietud por superar ese marco tradicional. Posteriormente, cursó estudios de derecho en la Universidad de Poitiers, aunque nunca ejerció como jurista. Más adelante, decidió alistarse en el ejército, lo que le permitió viajar por Europa y entrar en contacto con diversas corrientes de pensamiento.
En 1619, mientras estaba en Alemania, experimentó una serie de sueños que interpretó como señales de una vocación intelectual profunda. A partir de entonces, comenzó a construir un nuevo enfoque filosófico basado en la certeza del pensamiento racional. En su obra más conocida, Discurso del método (1637), propuso una manera de alcanzar el conocimiento seguro partiendo de la duda metódica. Su frase célebre “Cogito, ergo sum” (pienso, luego existo) se convirtió en el punto de partida para su filosofía.
En el ámbito matemático, Descartes hizo grandes aportes que revolucionaron la forma de representar los problemas geométricos. Al introducir un sistema para relacionar álgebra y geometría, sentó las bases de lo que hoy se conoce como geometría analítica. Su sistema de coordenadas cartesianas todavía se utiliza ampliamente.
Durante la última etapa de su vida, se trasladó a los Países Bajos, donde escribió gran parte de su obra filosófica. En 1649 aceptó una invitación de la reina Cristina de Suecia para trasladarse a Estocolmo y convertirse en su tutor filosófico. El rigor del clima y las exigencias del entorno contribuyeron a deteriorar su salud. Falleció poco después, el 11 de febrero de 1650.
Descartes dejó un legado duradero que marcó la transición hacia una nueva manera de entender la razón, la ciencia y el conocimiento. Su enfoque racionalista influyó profundamente en pensadores posteriores, convirtiéndolo en una figura esencial de la historia del pensamiento occidental.
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