Galileo Galilei nació el 15 de febrero de 1564 en Pisa, Italia. Desde pequeño, no era un niño común: mientras otros jugaban, él se quedaba mirando el cielo, observando cómo caían los objetos, cómo se movía la luz y cómo se balanceaban los candelabros en la iglesia. Tenía una curiosidad enorme por entender cómo funcionaba el mundo, y no se conformaba con lo que le decían los libros antiguos.
Fue un gran
científico, físico, astrónomo… pero también un amante de la geometría. Para él,
la naturaleza hablaba en un idioma claro: el de las formas, líneas,
proporciones y medidas. Su pasión por la geometría lo llevó a descubrir cosas
que cambiaron la historia.
SUS APORTES A LA GEOMETRIA
Aunque Galileo es
más conocido por mirar al cielo con un telescopio, su mente también estaba
firmemente en la Tierra, resolviendo problemas con la ayuda de la geometría.
Aquí te cuento algunos de sus grandes aportes:
El movimiento de
los proyectiles
Galileo descubrió
que cuando lanzamos un objeto, como una piedra o una flecha, su trayectoria no
es recta ni simplemente en caída. Dibuja una curva perfecta llamada parábola,
una figura geométrica. Gracias a esto, unió la geometría con el movimiento físico,
algo revolucionario en su época.
La caída libre y
el cuadrado del tiempo
Usando planos
inclinados y medidas geométricas, Galileo demostró que cuando algo cae, la
distancia que recorre aumenta proporcional al cuadrado del tiempo. Esto
significa que, si el tiempo se duplica, la distancia no se duplica: ¡se
cuadruplica! Fue un paso gigante hacia la física moderna, todo gracias a la
observación y la geometría.
La matemática del
movimiento
Galileo no solo
describía lo que veía, sino que dibujaba, medía y explicaba con figuras
geométricas. Así convirtió fenómenos físicos en problemas matemáticos, y mostró
que el movimiento no era un misterio, sino algo que se podía entender con
regla, compás y mente curiosa.
Un legado que
vive hasta hoy
Galileo fue
juzgado por sus ideas, especialmente por decir que la Tierra se movía alrededor
del Sol. Lo obligaron a guardar silencio, pero sus ideas siguieron viajando.
Murió en 1642, pero dejó una huella profunda: enseñó al mundo que la ciencia se
construye con preguntas, con valentía y con la belleza de la geometría.
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